sábado, 23 de noviembre de 2013

Queridos amigos, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.



                   La Iglesia presenta al Hijo de Dios en un trono real que instintivamente provoca el rechazo: la cruz. Dos ladrones le acompañan. En cuanto al resto de la corte ni la mencionamos, porque no hacen más que burlarse de Él instándole a que baje de la cruz para demostrar así que, efectivamente, es el Rey de los judíos (Mt 27,39).




                       En medio de esta algarabía en la que la muerte y su valedor, Satanás, proclaman su victoria, unas palabras hieren mortalmente este canto. Uno de los ladrones se abre a la verdad, a la única Verdad. Se sabe pecador y culpable, mientras que el objeto de la burla y rechifla, crucificado a su lado, es Santo e Inocente. El reconocimiento de esa verdad, de su ser pecador sin paliativos, abre sus ojos a la fe; de ahí su súplica, su clamor: " Jesús, acuérdate de mi....". ¿Quien puede llegar a la presencia de Dios?, decía el salmista (Sal 24) ¿Quien puede habitar con las llamas eternas?, clamaba el profeta Is 33,14). Aparentemente nadie. Nadie hasta que Jesús rompió la lógica al decir a este hombre: "Yo te aseguro: Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso".

         
                       Gracias, Señor Dios nuestro, por tu Hijo, el que se puso del lado del hombre impío, del ladrón, del asesino, del que dio testimonio de Él frente a la impiedad del Calvario.


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